La medicina moderna ha logrado avances extraordinarios en el campo de los trasplantes, permitiendo que órganos vitales como el corazón, hígado o riñón prolonguen y transformen vidas. Dentro de todos esos avances, el trasplante de córnea ocupa un lugar especialmente destacado, no solo por su antigüedad como procedimiento, sino porque es el trasplante de órgano humano con mejores resultados y mayores tasas de éxito.
Incluso dentro de las categorías propias de oftalmología, comparado con otros tejidos oculares, el trasplante de córnea sigue siendo el que ofrece mejores pronósticos, con excelentes tasas de supervivencia y recuperación visual.
Sin embargo, es importante resaltar que, como todo trasplante, existe el riesgo de rechazo, es decir, la capacidad del cuerpo de detectar tejido que no es propio y desencadenar una respuesta inflamatoria que afecta su funcionamiento. Por esta razón, el paciente debe mantener un tratamiento prolongado, a veces durante años, con lubricantes, esteroides tópicos y un seguimiento estricto.
No todos los pacientes con queratocono requieren un trasplante. Hoy en día, contamos con herramientas altamente efectivas como:
Crosslinking corneal (CXL)
Lentes de contacto rígidos o esclerales
Anillos intracorneales (según el caso)
Pero cuando la enfermedad progresa a estadios avanzados —con cicatrices corneales, adelgazamiento extremo o mala visión que ya no mejora con lentes de contacto— el trasplante pasa a ser la opción más razonable.
Hay cicatrización marcada del cono.
La ectasia es tan avanzada que no permite adaptar ningún tipo de lente.
La visión es insuficiente para actividades básicas.
En estos casos, el trasplante puede transformar la calidad de vida del paciente.
En pacientes alrededor de los 45–50 años, además del queratocono, se debe valorar cuidadosamente el estado del cristalino.
Es común que, por edad, comiencen cambios relacionados con presbicia o catarata temprana. Por ello, muchas veces la mejor solución es un triple procedimiento, que incluye:
Cirugía de catarata
Implante de lente intraocular
Trasplante de córnea
Esto evita realizar dos cirugías separadas y mejora la rehabilitación visual.
Actualmente, las dos opciones más utilizadas son:
Se reemplazan todas las capas de la córnea.
Es el gold standard en queratoconos avanzados.
Especialmente útil cuando existen cicatrices densas o adelgazamiento extremo.
Se sustituyen únicamente las capas anteriores de la córnea, preservando el endotelio del paciente.
Teóricamente ideal cuando el endotelio está sano.
Sin embargo, en queratoconos muy avanzados, la presencia de cicatrices puede impedir su realización.
Aunque la DALK es una técnica moderna con ventajas (menor riesgo de rechazo endotelial), en la práctica clínica el trasplante penetrante sigue siendo la cirugía más realizada y más predecible en queratoconos severos.
Un trasplante de córnea no es para toda la vida.
Su duración promedio es de 5 a 15 años, aunque puede ser más larga dependiendo de:
La calidad de la córnea donante
La respuesta del organismo del paciente
La adherencia al tratamiento
La presencia o ausencia de episodios de rechazo
Cada episodio de rechazo afecta la salud del injerto, reduciendo progresivamente su supervivencia a largo plazo.
Por ello, el seguimiento estrecho con el oftalmólogo es fundamental.
Es una cirugía que requiere paciencia y tiempo de rehabilitación visual: la visión mejora de forma gradual durante meses.
El uso responsable de medicamentos postoperatorios es crucial para proteger el injerto.
La adaptación posterior de lentes de contacto (si es necesaria) suele ser más fácil y con mejor calidad visual.
El trasplante no cura el queratocono, sino que reemplaza la córnea afectada; por eso, el resto del manejo debe continuar con cuidado preventivo.